“Lo que los ojos no ven y la mente no conoce, no existe.”
— David Herbert Lawrence
La primera vez que noté
problemas con la visión fue allá por el año 2000.
De repente veía borrosas las letras del monitor de 15”.
Entonces pensé: “¡Que poco
duró este monitor! ¡Ya se arruinó!”.
Cuando se lo comenté a mi
hija me dijo: “Se ve perfectamente”.
Así que después de una consulta
con el oculista empecé a usar lentes bifocales, y con el tiempo pasé a los
lentes de contacto descartables.
Todo bien hasta que en 2009
me detectaron una catarata subcapsular y rápidamente perdí la visión del ojo
izquierdo.
Justo había perdido mi
trabajo, pero conservaba la obra social, así que pagando un adicional me hicieron
una facoemulsificación cuyos buenos resultados duran hasta el día de hoy.
Hace ocho años que no tengo
trabajo (sí tuve el trabajo de cuidar a mi madre por siete años hasta que murió
el año pasado a los 90, pero eso no cuenta, claro).
En 2018 me dieron la Pensión
Nacional 26.913 (ex preso político), pero no viene acompañada de ninguna
prestación social (ni obra social ni remedios gratis).
Por eso no pude hacerme
atender apropiadamente la nueva catarata subcapsular en el ojo derecho, ya que
en el Hospital de la ciudad no se trata este tipo de patología, y los
profesionales privados locales cobran un precio inalcanzable.
Al final conseguí que
me hicieran estudios gratuitos en el Hospital Pedro Lagleyze de Buenos Aires y
tenía turno para que me operaran justo cuando vino la pandemia con todas sus
restricciones, y no pudo ser.
Una de las cosas más
dolorosas de ver con un solo ojo es perder la perspectiva y chocarse con todo,
y en mi caso particular además no poder concentrarme al leer partituras (ni nada en
general). Además adicionalmente tuve empezar a usar lentes negros para que la
gente no se vea forzada a mirar con fastidio mi ojo muerto y desviar su propia mirada.
Por eso cuando busqué a
alguna persona sensible para comunicarle la triste situación por la que pasamos
los más de 25.000 aparecidos que cobramos la pensión nacional elegí a Fabián
Galarraga, músico, locutor y periodista de mi ciudad, ciego de nacimiento.
Me pareció que él estaba en una
posición privilegiada para comprender lo que estábamos pasando aquellos que
además de haber estado detenidos en la dictadura, luego de haber aparecido
tuvimos que sufrir durante más de cuarenta años el estigma del “sobreviviente”,
que es olvidado y por quien nadie se lamenta, porque ya no está desaparecido.
Se supone que al haber aparecido ya no tiene problemas ni arrastra ningún tipo
de lesión emocional o física.
El gobierno cree
corporativamente que al dar una pensión (que en muchísimos casos todavía no
recibieron los merecedores) o un “reconocimiento histórico” monetario (lo
mismo) ha cumplido con ellos, y entonces se dedica a gastar dinero en reparar
centros de detención y hacer museos. Realmente como en aquella época los vivos
no importamos.
El haber estado detenido en
la oscuridad durante días hacía que pareciera una maldición que nos sacaran una
vez por semana a sentarnos al sol
quemante del mediodía, y deseáramos volver al frío calabozo, donde estábamos
sentados en el piso de cemento todo el día. Hasta lo bueno se convirtió en algo
indeseable en esa época de pérdida de la libertad.
Así que el día 22 de diciembre, le envié a Fabián Galarraga la nota Seguimos Desaparecidos junto con breves comentarios y amablemente ofreció hacerme una nota en la radio, lo cual decliné. Sin embargo dijo que se lo iba a pasar a algunos compañeros para que lo difundieran.
Bueno, es como si hubiera hablado con la pared.
Espero simplemente que el mensaje llegue en algún momento a aquellos funcionarios que se olvidaron de que los aparecidos son personas reales que sufren y no números en las crónicas de historia.
No debiera suceder como es el caso que los pensionados Ley 26.913 (ex presos políticos) llevemos 13 (trece) meses si aumento en lo que para algunos es su único sustento de vida.
Alejandro Carlos Engelberger
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