Parafraseando
una frase de Bowie, las composiciones nunca se terminan, sólo se abandonan, y
puede tomarnos una vida entera perfeccionar una canción. Cuando la grabamos o
escribimos en un pentagrama, ésta se vuelve una postal de nuestro estado
evolutivo en un momento dado. La música en sí misma es siempre perfecta, lo que
va cambiando es nuestra capacidad de interpretar su voluntad, por eso es que la
práctica debe ser para el músico como el aire que respira.
La
música no le pertenece a nadie, ni siquiera a los genios, y creer que el
talento está reservado para unos pocos es precisamente lo que nos impide
desarrollarlo. Lo que diferencia a un genio es su habilidad innata para
alcanzar niveles de conexión que al resto de los músicos le lleva mucho tiempo
lograr. Lo que diferencia a un músico de un aficionado es su fuerza de voluntad.
Muéstrame
alguien sin talento y te mostraré alguien que no trabajó lo suficiente, pero
trabajar no significa necesariamente tocar cada vez más rápido o aprender todos
los tratados de armonía existentes, sino buscar nuestra propia voz en un pajar
personal de creencias, emociones y pensamientos automáticos innecesarios.
Pensamientos
del Maestro Diego Souto