sábado, 19 de octubre de 2019

De cómo me volví esquizoide en menos de 3 días


Y justo cuando parece que el Fansite está dando sus últimos estertores los amigos insisten en no dejarlo morir.
Así es que Sebastián Andrés Sánchez nos envió generosamente su primer reseña.
Tuvo la dicha de estar junto a muchos de ustedes el  8 de octubre en el Estadio Luna Park.
Con fotos robadas de allí y más allá, y algún video del mismo origen ilustraremos esto, porque como todos saben, si sacás fotos o filmás durante la actuación los genios pueden desconcentrarse, Fripp se enoja por los flashes y violás derechos (sin palabras...).
Y por si alguno no lo sabe, este Blog se creó a partir de nuestra posición de defender los derechos de autor de los Músicos, casi sintiéndonos compinches de Fripp en su legendaria lucha por hacer respetar sus derechos de propiedad.
Al pie pondré los nombres de los contribuyentes involuntarios.
Si sienten que infringí sus derechos, avisen y las borro.
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De cómo me volví esquizoide en menos de 3 días

     
Por Sebastián Andrés Sánchez
     
  Y así fue, desde el principio, sin perder mi estilo: accidentado una vez más, volteretas en el subte, un pequeño incidente en la entrada del Luna Park, parte de la experiencia. Quizá el Estado óptimo para ver a una de las bandas que más tensión genera en sus obras, la mítica King Crimson.

  Es que hoy, jueves 10 de octubre de 2019, se cumplen 50 años del disco que daría comienzo a la leyenda del Rey Carmesí, In the Court of the Crimson King, motivo de festejo para que el caballero, Robert Fripp aparezca junto a su septeto y deleite a la Argentina con dos conciertos en el Luna Park, de los cuales pude asistir al primero.

  Llegué a Buenos Aires el día del recital, 8 de octubre, una mañana templada, fresca, después de viajar al lado de una vendedora de uno de esos conocidos productos homeopáticos que quería convertirme en parte de su secta, llegué al agitado Retiro con mi miedo “pueblerino” y algo lógico de ser pungueado, la tensión estuvo desde el primer segundo . Fui directo a estación Carranza, en las cercanías me esperaban unas amistades que hicieron de mi estadía de las más amenas de mis viajes. 


  Tarde noche, al menos 18:45 de la tarde, me dispuse a salir de mi parada hacia el estadio, tuve algunos problemas entre las combinaciones de subte que debía tomarme, aunque sería lo de menos. Al salir del subte ya puedo divisar el imponente Luna Park, siempre sorprendente a mi vista, pero esta noche estaría un poco más bello. Una vez por Bouchard, me abrí una lata en la vereda de en frente a las puertas de entrada, allí conocí a un pibe que esperaba a su hermano quien traía su entrada, me contó que es luthier y me invitó algo de fumar, conversamos sobre música y algunas otras cosas hasta la hora de entrar. 

  Todo parecía normal en una de las puertas del Luna, ya tenía mi entrada cortada y estaba adentro, todo muy tranquilo, hasta que atiné a preguntar a uno de los acomodadores por dónde debía entrar, ahí es donde la experiencia paranoide empezaba a cobrar fuerza. El acomodador me dice que debía entrar por otra puerta porque no hay forma de llegar a mi lugar desde ahí, me dio un nombre. 
  
  Mi sangre se heló, tenía que salir con la entrada ya cortada entre una multitud de gente y rogar que me dejaran entrar con una entrada que había pagado legítimamente. Hablo con los patovicas de la puerta, me mandan a hablar con los acomodadores de los molinetes de entrada, nadie quería hablar conmigo, hasta que pronuncio el nombre que me dijeron en la otra puerta, ahí es cuando explico la situación y, a cara de perro, este acomodador hace de cuenta que marca mi entrada y abre el molinete en falso, apurándome para que pase, entré de manera “ilegítima” si se quiere, pero nada de eso importaba ya, estaba adentro.



  Conté cada segundo hasta que me ubicaron en mi lugar, pero llegué, ahí estaba, a ocho filas de los músicos que me darían el recital más impresionante de mi vida. Los instrumentos ya se imponían en la manera que estaban dispuestos, telón negro y luces violetas para la ambientación visual, delante se veían dos carteles blancos que decían que está terminantemente prohibido sacar fotos o filmar durante el show, de fondo se escuchaba una voz que repetía lo mismo en español y en inglés (creo que no me quedó muy claro), junto a esto, de fondo, se escuchaba una música de suspenso que duraría hasta que aparezcan los músicos. Todo preparado para que la locura comience.


Primera parte: Rojo
  Luego de esa entrada difícil, finalmente era el momento, la orquesta estaba lista para empezar a arrollarnos con su tensión, su exactitud, los juegos mentales de sus baterías y, también, con su ternura. De izquierda a derecha (desde mi posición): en la línea delantera, las 3 batas, Pat Mastelotto, Jeremy Stacey (también en teclados), reemplazando a Bill Rieflin y Gavin Harrison sería el trío encargado de ejecutar los ritmos. Detrás de Pat, el gigante Mel Collins en Saxo que, a mi parecer fue de lo mejor de la noche, siguiendo con la segunda línea, el siempre joven Tony Levin en Stick, bajo y contrabajo, Jakko Jakszyk en guitarra y voces y el inmortal Robert Fripp en dirección, guitarra y teclados.
  Empezaron jugando con Hell hounds of Krim, calentando motores y provocando una ansiedad que nos sacaba el aire, de repente los 3 percusionistas empiezan a hacer unos arreglos familiares y se escuchan unos acordes, se trata de Neurótica, el placer empieza a hacerse cargo de la noche y el cuerpo a moverse. Le seguirá Suitable Grounds for Blues y luego Collins empezaría a elevar el espíritu luego de que Jakko cantara la introducción de Cirkus.
  Terminado el tema del disco Lizard, sería el momento de que la sangre brote y los latidos se hagan más fuertes con la explosiva “Red”, momento que quise registrar y en el que atiné a sacar la cámara de mi teléfono, así fue como tuve unos 10 segundos como mucho para sacar una foto desenfocada y esperar el enfoque para la siguiente, sin éxito, hasta que una luz verde empezaba a golpear mi cara, y me obligaba a guardarla.
  Este es el intervalo que empezó a hacer efecto en mí y empezó a liberar emociones, una tras otra, ya que luego de tan frenético tema llegaría la reflexión, la tristeza y la hermosura que supo imprimir Greg Lake (que en paz descanse) a King Crimson en sus comienzos, “Knowledge is a deadly friend” cantaba Jakszyk mientras el septeto ejecutaba una hermosa versión de Epitaph, le seguiría Moonchild con su respectivo juego de cimbales, incitando al silencio, que daría lugar a un ciclotímico Larks Tongue’s in Aspic (Part IV) para seguir con un emocionante Islands, las emociones empezaban a brotar, estaba ahí, viendo a King Crimson luego de un año complicado pero fructífero en lo personal. Durante el final libre que interpretaron, de esta obra homónima al disco al que pertenece, mi mente se invadió de pensamientos, apareció la vieja, que desde hace casi dos años se despidió de nuestro plano mortal, entre muchas otras cosas, hace años no sentía tantas emociones juntas ni esbozaba lágrimas. Llegaba la hora de un receso de 10 minutos.

Intervalo: ¡Agua!
  Si, tenía sed desde que entré al teatro, todo el asunto de la entrada me dejó agitado, y el primer set del Rey Carmesí me dejó todavía más sediento. En tiempos macristas una botellita de agua dentro del Luna Park salió $150, yo contaba con 125, pero los vendedores y vendedoras no aceptaban un peso más ni uno menos, pedí una ayuda a mi vecino de asiento (a mi izquierda), no hubo caso. Tuve que ingeniarme lo que restaba, escuchar el segundo set (tan) deshidratado no era una opción. Volví con una botellita de agua que me duró por lo que quedaba de recital. Quedaba lo mejor.

Segunda parte: I Repeat Myself When Under Stress
  Me sentía mejor, sentía la necesidad de recibir la otra mitad de la experiencia de la mejor manera,  Krim volvía a los 5 minutos de haberme sentado, Pat, Jeremy y Gavin abrían este set haciéndonos testigos nuevamente de un diálogo arrítmico notable, cuando ves y escuchás a ese trío con su juego de parches y platillos los sentidos enloquecen, la mirada se te desvía de un lado a otro ante los juegos de estas bestias, y no sería el último que tendrían en la noche, Llegaba la hora de Easy Money, una canción bastante blusera para calmar los ánimos, lo que duraría un momento, ya que vendría la violenta parte 2 de Larks Tongues in Aspic, y de ahí en adelante no había vuelta atrás, empezaríamos a emocionarnos con The Court of The Crimson King, el virtuosismo, la hermosura de su ejecución en vivo fue tal que, ante el corte que tiene la obra antes de terminar y empezar de nuevo con un sonido minimal que hace recordar a los 8 bits, fuimos varios los que nos paramos a aplaudir a la banda, sin acordarnos que le quedaba una última estrofa a la canción.
  Momento del trío rítmico nuevamente, jugando con nuestras ganas y nuestro aliento, conversando, contestándose el uno al otro, se turnaban para hacer un redoble cada uno, conversaban con los crash, una seria conversación de entre 8 y 10 minutos, no podía dejar de hipnotizarme por lo que hacían y a la vez no controlaba la ansiedad, ya que sabía que se venía Indiscipline, lo dije, no había vuelta atrás. Siempre preferí la esquizofrenia que refleja la versión hablada por el genial Adrian Belew de este tema, de todas maneras, esta también “me gusssta”, como dice Jakko al cerrar el tema.
  Llegando a la brecha final, nos desgarramos un poco más al escuchar Level Five para dar lugar al comienzo del final, empezaba a sonar la melodía cautivadora de Starless, la emoción era tal, tanto quien estaba sentado a mi izquierda como yo buscábamos un cómplice para comprobar si todo lo que nos había pasado hasta el momento y lo que pasaba ahora era real, nos pasamos la mano, “con esto ya estamos ¿eh? ¿Qué más?” balbuceó. ¿Qué decir de esta hermosa obra de arte? Quería abrir los ojos para ver el show pero al escucharlo se me cerraban y yo no podía hacer más que cantar y dejarme llevar. La interpretación del tema no desentonó en nada con el resto del recital, una pieza maestra, digna de ser atendida hasta el final, sin embargo, de esta manera noté algo en el silencio que da el corte instrumental de la canción y deja a Levin en su momento exclusivo, tornando el aire tenso con su bajo, en un momento, Tony tocó algo en su consola que hizo que el sonido de su bajo cambie y se ponga aún más grave, varios lo notaron, pero como dijo uno de los señores con los que hablé mientras esperaba el 152 a la salida “solo él sabrá qué habrá pasado exactamente”.
  Luego de una pausa, el septeto de Fripp vuelve una vez más y llegará el cierre de telón con 21st Century Schizoid Man, llevando el grado de euforia aún más allá, logrando que se escuchen las voces del público, Harrison incluyendo un último solo de bata, coronando una noche en la que pasé por todos los estados, desde emocionarme hasta las lágrimas hasta, irónicamente, un poco de la paranoia de la que habla este tema que fue el que dio reconocimiento en un principio a este ciclotímico, emotivo, esquizofrénico, tenso, desgarrador, enorme y monstruoso colectivo musical llamado King Crimson.
  Poco tiempo le quedaba a mi viaje, después de lo vivido uno se pregunta qué otra experiencia podrá ser tan poderosa como la pasada. Esa misma noche conocí y compartí unos tragos con Gerardo, un hombre que vende sus cosas por Avenida Santa Fe.
  Me levanté la siesta del miércoles, me dirigí hacia el Mercado de Pulgas, pero antes de llegar decidí entrar al Bar Dorrego ubicado por la calle del mismo nombre, un muy lindo bar con temática cubana. Allí disfruté de unas cervezas artesanales y, más tarde, una picada en lo de mi anfitrión con el que conversamos un poco de cine, series, política, Maradona y, cómo no, del tremendo recital que había vivido la noche anterior. Poco más tarde, por la noche, la terminal de Retiro ya me aguardaba para empezar a devolverme a Tierras chaqueñas.
    
                        

Reporteros gráficos:
Fermín Estevez
Fernando Kabusacki
Ricardo Roja
Gustavo Alfieri
Tony Levin


Hasta aquí la reseña del día 8.
¿Hará alguien la del día 9 de octubre?

Despedida del día 9



Reseña original del King Crimson Fansite de Argentina

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