Cuando
murió Syd Barrett, fundador y líder de Pink Floyd, el 7 de julio del año 2006 ,
su hermana se encontró con que en la cuenta de Roger -su verdadero nombre-
había algo más de dos millones de euros. Una cuenta inmaculada que durante años
y años había engordado por el dinero que entraba periódicamente procedente de
los derechos de autor y venta de discos de Pink Floyd. Dave Gilmour siempre se
preocupó de que le ingresaran el dinero.
Oficialmente,
Barrett había muerto a causa de un cáncer de páncreas, aunque la diabetes había
sido su gran padecimiento durante sus últimos ocho años. Desde mucho antes,
desde que lo echaron de Pink Floyd, de su propio grupo, en abril de 1968,
estaba marcado por la esquizofrenia, provocada por su adicción al LSD, a lo que
se sumaba un desorden bipolar y un espectro de autismo. El 'caso Barrett' es
uno de los más estudiados en el mundo de la esquizofrenia.
Syd
Barrett vivía como un ermitaño en su ciudad, en Cambridge. Se movía en
bicicleta, con una especie de cesta, tal como describía en su genial y
surrealista tema 'Bike'. Al final, parece que intentaba escribir un libro. Esa
era la vida de un genio que se volvió loco. Así de simple. El fundador de Pink
Floyd, el creador de obras maestras absolutas como 'Arnold Layne', 'See Emily
play' e 'Interstellar overdrive'.
Barrett
también inventó el sonido de Pink Floyd y el nombre, tomado como una broma
surrealista, basado en los nombres de dos músicos de blues no muy conocidos:
Pink Anderson y Floyd Council. Syd fue tan vanguardista y revolucionario que
aún está por conocer quién será el genio que pueda superarlo en su propia
astronomía de la esquizofrenia.
La
verdad, no me resultó extraño que, en el mes de junio de 1975, Syd dijera que
'Shine on your crazy diamond', el tema primordial de un nuevo disco de los
Floyd, le parecía que sonaba "un tanto antigua", a preguntas de su
viejo amigo y compañero Roger Waters.
Al
parecer, ese 5 de junio de 1975 fue el último día en el que los cuatro Pink
Floyd pudieron ver a Syd Barrett en persona. Ese día, Dave Gilmour, su
sustituto como guitarrista del grupo, le había invitado a su boda con su
primera esposa, Ginger. Más tarde, ambos se fueron a Abbey Road, al estudio 3,
al de arriba, donde Pink Floyd estaban grabando 'Whish you were here', el álbum
decisivo tras el sonado éxito de 'Dark side of the moon'.
Syd
Barrett se sentó al fondo, detrás de la consola de grabación. Llegaron los tres
y nadie lo reconoció. Estaba calvo, gordo y casi sin dientes. No podía ser el
increíble y mágico Syd Barrett fundador de Pink Floyd. Nadie se acercaba, no
había manera de romper el silencio hasta que Waters le preguntó qué le parecía
'Shine on your crazy diamond'. Roger siempre se había aprovechado de la locura
de su viejo amigo para escribir sus 'lunáticas' letras y no hacía más que
escarbar en la propia leyenda en la que Syd se había convertido con el tiempo,
como músico revolucionario y también como la primera gran víctima del LSD.
En
'Dark side of the moon', Roger había escrito ya 'Brain damage' y 'Eclipse'
para agigantar la figura de Syd. Y, luego, el siguiente álbum se llamó 'Wish
you were here' y encima se atrevía a ponerle 'Shine on your crazy diamond',
porque se sabía que Syd ya no se enteraba de nada. Waters siempre ha sido
siempre inteligente, cínico y perverso.
Kevin
Ayers, en cambio, fue el amigo de Syd desde el colegio, el Technical College de
Cambridge. El Kevin que produje me contó muchas cosas de como Syd, simplemente,
quería viajar y viajar hacia esa "astronomía dominada" por su
cerebro. Al más allá de la mente. Quizá por eso encontró en el LSD el
instrumento interestelar. Según Kevin, Barrett se llegaba a meter cuatro viajes
de LSD al día en cualquier cosa, en una cuchara, en un terrón de azúcar, por
los medios más insólitos. Pero, a cambio, la música que hacía era sumamente
diferente, espacial, galáctica. Syd inventó la psicodélica en el mundo de la
música. Él era la psicodelia.
El
rival de los Beatles
Kevin
pensaba que, probablemente, fichar por la EMI, con estatus de estrella y grabar
con el mismísimo ingeniero de los Beatles , no fue algo que le sentara bien al
galáctico Syd. Empezó a decir que era un revolucionario y que no era famoso. Y
lo que es peor: que él vivía en un 'flat' alquilado y John Lennon , en una
mansión. Y que era algo absolutamente injusto.
A
Norman Smith, el productor e ingeniero de los Beatles, nunca le gustó Syd porque
le desconcertaba en cada una de las sesiones que él dirigía. El cerebro de
Barrett iba a la velocidad de la luz y el de Norman sólo a la velocidad de un
buen artesano.
Norman
incluso ha contado que el único que se mostró indiferente y contestatario con
los Beatles fue el propio Barrett cuando Norman los llevó al Estudio 2 para que
conocieran a las 'majestades' de la música británica. Fue en la primavera de
1967, el día de la noche en la que los Beatles grabaron 'Lovely Rita', del
'Sgt. Peppers'. Roger, Nick y Rick se mostraron casi babosos con los Beatles
pero Syd llegó a decir que aquella música era una mierda. Su comentario, al
parecer, no llegó a oídos de Paul que era el autor de la canción.
Aquella
noche, Barrett y compañía grabaron 'El espantapájaros' de 'The pipe at the
gates of dawn'.
El
primer gran álbum
Para
mí y lo saben muchos seguidores de 'Plasticos y Decibelios', 'The pipe at the
gates of dawn' es el gran álbum de Pink Floyd. Publicado a finales de 1967
todavía parece increíble como pudieron llegar tan lejos en aquellos años. Me
parece algo sublime, majestuoso, la música de Syd descubriera las estrellas, el
espacio. La obra de un genio que nunca obedecía a Norman Smith. Más transgresor
que Jimi Hendrix, más nihilista que el mísmísimo Pete Townshend. Un absoluto
genio.
David
Bowie siempre ha sido un forofo de Barrett. Incluso en su disco de versiones de
'Pin-ups' incluyó la increíble 'See Emily play', que había sido elegida como la
mejor canción psicodélica de toda la historia. Para Bowie, lo que dejaba
perplejo de verdad era su fraseo, su dicción, la manera de cantar. No era lo
típica de un 'palurdo inglés', sino que tenía algo parecido a la técnica del
cantante americano. Para Bowie, la voz de Syd le parecía algo de otro mundo. El
amor de Bowie por Barrett llegó hasta el punto de que la última vez que ha
cantado en directo en todos estos años fue para rendir un pequeño tributo a Syd
en una ceremonia que Dave Gilmour había preparado en el Royal Albert Hall, en
mayo del año 2006. Hace justo ocho años. Bowie cantó el primer single de Pink
Floyd, el increíble 'Arnold Layne' , la grotesca historia de un sujeto que
robaba bragas y ropas de mujer para luego ponérselas en su casa . En aquella
época, la madre de Roger Waters alquilaba en Cambridge habitaciones para
estudiantes y Syd tenía la manía de tomar las bragas de las chicas y olerlas
como un devoto, como un lobo en celo.
'The
piper at the gates of dawn', a pesar de su peso vanguardista, a pesar de su
supuesta falta de comercialidad, fue un éxito increíble. El gran álbum de la
gran psicodélica.
Desgraciadamente,
Barrett era, cada día más, un zombie al que se le iba a cabeza. Se deslizaba
hacia su gran parálisis mental. Había conciertos en los que lanzaba la guitarra
como si fuera una granada; en otras actuaciones, simplemente, se quedaba quieto
y Pink Floyd, sin remedio, tenía que suspender la actuación.
California
ácida
Syd
Barrett pudo llegar a Los Ángeles , que era la capital de su paranoia. Un
desconocido Alice Cooper había oído el disco de los Floyd y quería conocerlos
como fuera, así que los invitó al club Chetah. Para empezar, Syd pidió que le
pasaran el azúcar del café, sacó un recipiente y con él empapó un terrón. Todos
empezaron a viajar a otra galaxia.
De
vuelta a Londres, Pink Floyd se fue de gira con Jimi Hendrix y Kevin Ayers.
Kevin me contó que a Jimi le daba Chas Chandler, su manager, heroína; al pobre
Syd le daba de todo. Podía tomar Mandrax, el tranquilizante, o pastillas
adelgazantes. Syd estaba ya loco. Así que eran inevitables escenas como la que
ocurrió en San Francisco. Barrett desafinaba la guitarra a propósito y ya no
podía cantar. Ni siquiera podía mover sus labios. A la siguiente gira, era
imposible tenerlo en el grupo y se acordaron de Dave Gilmour, que encima era
buen amigo de Syd.
Gilmour
era guapo, gran guitarrista , de gran técnica, pero carecía de la imaginación
de Barrett. En Pink Floyd empezó a crecer el miedo, el pánico. Perdían a su
compositor, a su líder, a su guía. Incluso para la compañía EMI parecía una
tragedia y al ingeniero y productor Norman Smith le entró el pánico ante la
posibilidad de la degeneración del grupo que producía.
En
enero de 1968 se decidió definitivamente que Syd Barrett se convirtiera en una
especie de Brian Wilson de los Beach Boys. No se le expulsaba del grupo, pero
no iba de gira ni tocaba en directo. Tampoco se le esperaba en el estudio de
grabación.
Marginación
y final
Cuando los Pink Floyd grabaron su segundo álbum, 'A saucerful of secrets', sólo le dejaron
tocar algo de guitarra en 'Set the controls for the heart of the sun'. Lo
mantenían apartado de la sala del Estudio 3. Lo ubicaban incluso en la
recepción del estudio. Allí tirado o escondido en los bosques de su locura o
sus viajes mentales intergalácticos.
Nadie
quiso dejar tirado a Syd Barrett , pero el caso es que así sucedió. Dave Gilmour,
que siempre se había sentido culpable de haberle quitado el puesto, fue el
último en hacer un esfuerzo al poner dinero y producirle el segundo disco en
solitario, llamado simplemente, 'Barrett'. Pero era imposible hacer algo
coherente con aquel loco que había dejado de ser un cerebro coherente. El
álbum, además, se hacía entre restos de sesiones de otros discos de Pink Floyd.
Y era bastante peor que el primer intento en solitario, 'The Madcap laughs',
que se había podido terminar con Joe Boyd y otros cinco productores, que,
consecutivamente, desistían ante la imposibilidad de grabar algo racional.
Syd, y detrás de él, Iggy en su piso de Earls Court, Otoño de 1969 (Foto de Mick Rock)
Syd, y detrás de él, Iggy en su piso de Earls Court, Otoño de 1969 (Foto de Mick Rock)
Ahogado
en su propio locura, un buen día dijo Barrett que quería ser médico y que se
volvía Cambridge. Quería cambiar su vida y convertirse en algo diferente. Poco
después , lo despojaron de cualquier hilo con su Pink Floyd. Siempre me pareció
vergonzoso que a un pobre loco le hicieran firmar en mayo de 1972 un documento
en que dejaba de tener cualquier vinculación o intereses financieros con los
siguientes trabajos de Pink Floyd.
Dos
años después, le persuadieron para volver a los estudios de Abbey Road para que
pudiera grabar cualquier cosa. Pero las sesiones de tres días fueron erráticas
e infructuosas, a pesar de que Barret llegó maquetar 11 canciones. Durante unos
años vagó por hoteles de Londres, preocupado como siempre por sus propias
ropas. Hay anécdotas de todo tipo de aquella época. Por ejemplo, cómo Syd llevó
su ropa sucia a la 'boutique' del momento, porque le habían dicho que era una
buena lavandería. Una vez que se gastó todo el dinero y, sin recursos, esta vez
sí, se volvió definitivamente a Cambridge , a casa de su madre, que todavía
estaba viva. Ya no salió de allí hasta su muerte, a excepción de unos pocos
meses en 1982, en que regresó a Londres. En esa salida, hizo algo que requirió
un nuevo tratamiento psiquiátrico. Syd volvió a Cambridge desde Londres,
caminando nada menos que 80 kilómetros .
Por
entonces, Syd Barrett comenzó a pintar. Cuadros abstractos con estrellas de
protagonistas. Siempre en compañía con los mismos discos. Mucho de Bo Didley, su
guitarrista favorito, algo de los Beatles y de los Stones y muchos discos de
jazz viejos. Pero nunca fue feliz ni se sintió libre en aquellos días que vivió
como un ermitaño, como un enfermo de esquizofrenia con ribetes de un simple
recluso. Un recluso con 25 guitarras que guardaba de sus viejos tiempos, que
nunca tocaba. Un tipo que se quedaba sentado asombrado viendo la televisión y
poniéndose cada día más gordo.
Quizá
fuera prisionero de una ansiedad existencial crónica. Quizá era simplemente un
loco no peligroso, aunque perpetuamente vigilado primero por su madre y, luego,
por su hermana Rosemary, que vivía cerca de la pequeña casa de Syd, en St.
Margaret Square, donde actualmente se han instalado unos franceses que
compraron la casa por poco dinero y que desde luego no sabían quién era el
anterior morador.
Según
su hermana, en sus últimos años de vida, Syd ni siquiera sabía que era un
músico y que había sido el fundador de un grupo como Pink Floyd. Murió con la
risa esquizofrénica de un demente. Pero estoy seguro de que había un extraño
placer en su locura que sólo los locos conocen.
Nota original de Julián Ruiz: Syd Barret, estás en Orión
(Hecha con la libertad de corregir un par de detalles)
(Hecha con la libertad de corregir un par de detalles)
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